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ANTHOLOGY

Detrás de
Los jardines secretos de Mogador
y sus voces de tierra
 
 
Durante varios años he vivido poseído por la idea de que el cuerpo de la persona amada es un paraíso para el amante. Un lugar privilegiado donde pueden suceder las grandes revelaciones poéticas de la vida, las intensidades más inesperadas, los asombros más felices.
   Es un paraíso que se convierte en meta de la existencia cotidiana, que le da sentido. Pero es un paraíso que se gana todos los días y se pierde todos los días para ser ganado de nuevo, tal vez. Nunca es algo adquirido de una vez y para siempre. En lo anterior hay tres nociones eróticas que se entrelazan:
1. La idea de un reto cotidiano para el amante;
2. La idea de una contemplación casi mística de la persona amada, en la cual se hace de ella una diosa o un dios;
3. La idea del acto amoroso como la construcción fugaz de un paraíso compartido.
   Estos tres principios amorosos impulsan el relato de Los jardines secretos de Mogador, voces de tierra. El amante recibe de su amada, Jassiba, un reto para poder acercarse y entrar al espacio de contemplación que es la intimidad de su cuerpo. El reto le sirve a ella para educarlo en su manera de ver el mundo, de sentirlo. Jassiba quiere que modifique su sensibilidad para hacer de él un mejor amante. Cree que en cuanto él pueda ver al mundo con nuevos ojos estará preparado para escuchar mejor los deseos de su cuerpo.
Porque el cuerpo de Jassiba se ha transformado de golpe: un embarazo  y la muerte de su padre, Jardinero Mayor de Mogador, han cambiado profundamente sus deseos. Y su amante no siempre es capaz de descifrarlos, de seguirla en sus cambios, de leerlos en su piel.
Hay así en Los jardines secretos de Mogador una breve exploración del erotismo de las mujeres embarazadas. Es evidente que más allá de mis impresiones y experiencias durante los embarazos de los que nacieron mis hijos, me fue necesario interrogar indiscretamente durante años a muchas mujeres, comenzando por mi esposa, sobre la transformación de sus deseos en esos meses excepcionales. Y en mi personaje de Jassiba embarazada traté de ser fiel a una parte de esas historias.
En la novela, Jassiba esta convencida de que si su amado es capaz de encontrar en la ciudad esos ámbitos únicos en los cuales hombres y mujeres han depositado sus deseos con tal fuerza que han construido pequeños jardines ideales, él aprenderá a construir con ella el jardín de los jardines que los une, que da sentido a sus deseos y a su vida. Comienza así el amante su búsqueda de jardines imaginarios, que es una búsqueda de la amada.
La fertilidad en ella produce también, en él, una fertilidad de relatos que buscan hacer paraíso amoroso. El se convierte así en una voz,  en una voz que brota de la piel de la tierra; y el placer compartido de contar y escuchar historias una y otra vez se une, hasta entrelazarse íntimamente, con los placeres renovados del amor.
Los jardines que aparecen en mi libro son historias imaginarias, jardines inventados. Pero en el fondo de cada uno quise que hubiera un jardín verdadero, existente en algún lugar del mundo: un ámbito peculiar en el que algún humano ha depositado sus deseos en la naturaleza hasta transformarla de manera excéntrica. Para ello visité jardines peculiares, delirantes, increíbles y leí sobre algunos otros. A todos los transformé en mis relatos. Esa es una gran diferencia que quise establecer con un libro bellísimo, Las Ciudades Invisibles, de Italo Calvino, emparentado de  muchas maneras con el mío, donde las ciudades son completamente imaginadas. Como la ciudad misma de Mogador, imaginaria pero inspirada en la verdadera Essaouira, ciudad amurallada de la costa atlántica de Marruecos.
También quise dejar que en mis jardines floreciera una amplísima gama de géneros. Algunos son poemas y hasta hay una serie de haikús, otros son relatos y otros parecen ensayos breves, crónicas de viaje, cartas, testimonios. Al final de cada jardín distinto, una misma forma de poema a la manera de envío amoroso, de carta entre amantes, hace de los jardines metáforas del deseo, imágenes de la exploración del cuerpo de la amada que anhela el amado. A final de cuentas, el mundo todo, leído por la nueva sensibilidad del amante, al ser contado por él, se convierte en una imagen múltiple del cuerpo de la amada. Y el libro en un peculiar poema erótico.